quarta-feira, 29 de março de 2023

COPLAS POR LA MUERTE DE SU PADRE / COPLAS PELA MORTE DE SEU PAI, de Jorge Manrique

 




I

Recuerde el alma dormida,

avive el seso y despierte

contemplando

cómo se pasa la vida,

cómo se viene la muerte

tan callando;

cuán presto se va el placer;

cómo después de acordado

da dolor;

cómo a nuestro parecer

cualquiera tiempo pasado

fue mejor.



Recuerde: Recobre la conciencia al despertar. Que despierten las almas que viven soñando y no son conscientes de la realidad.

Cómo el recordar el placer (pasado) da dolor.



II

Pues si vemos lo presente

cómo en un punto se es ido

y acabado,

si juzgamos sabiamente,

daremos lo no venido

por pasado.

No se engañe nadie, no,

pensando que ha de durar

lo que espera

más que duró lo que vio,

pues que todo ha de pasar

por tal manera.



Y puesto que vemos cómo lo presente es ido y acabado en un punto (en nada de tiempo), si juzgamos sabiamente, consideraremos a lo que ha de venir como si ya hubiera pasado.



III

Nuestras vidas son los ríos

que van a dar en la mar,

que es el morir:

allí van los señoríos,

derechos a se acabar

y consumir;

allí los ríos caudales,

allí los otros medianos

y más chicos;

y llegados, son iguales

los que viven por sus manos

y los ricos.

Los ríos caudalosos.




Al llegar al mar (a la muerte) son iguales los que se ganan la vida con el trabajo de sus manos y los ricos.



IV

Dejo las invocaciones

de los famosos poetas

y oradores;

no curo de sus ficciones,

que traen yerbas secretas

sus sabores.

A Aquel sólo me encomiendo,

Aquel sólo invoco yo

de verdad,

que, en este mundo viviendo,

el mundo no conoció

su deidad.



No voy a acordarme aquí de los poetas y oradores paganos, no me preocupo de sus ficciones, pues el sabor de su arte procede de hierbas secretas (venenos).

Sólo me encomiendo a Jesucristo, que mientras vivió en el mundo, el mundo no se dio cuenta de que era Dios.



V

Este mundo es el camino

para el otro, que es morada

sin pesar;

mas cumple tener buen tino

para andar esta jornada

sin errar.

Partimos cuando nacemos,

andamos mientras vivimos,

y llegamos

al tiempo que fenecemos;

así que, cuando morimos,

descansamos.



VI



Este mundo bueno fue

si bien usásemos dél,

como debemos,

porque, según nuestra fe,

es para ganar aquel

que atendemos.

Y aun aquel Hijo de Dios,

para subirnos al cielo,

descendió

a nacer acá entre nos

y a vivir en este suelo

do murió.



Este mundo fue[ra] bueno si lo usásemos bien, como debemos, es decir, si lo usáramos para probar nuestra virtud y ganarnos así el cielo, para ganar el mundo que esperamos.



VII



Ved de cuán poco valor

son las cosas tras que andamos

y corremos,

que en este mundo traidor

aun primero que muramos

las perdemos.

De ellas deshace la edad,

de ellas casos desastrados

que acaecen,

de ellas, por su calidad,

en los más altos estados

desfallecen.



El tiempo y los desastres las dehacen, y desfallecen cuando se encuentran en los más altos estados de calidad.



VIII



Decidme: la hermosura,

la gentil frescura y tez

de la cara,

la color y la blancura,

cuando viene la vejez

¿cuál se para?

Las mañas y ligereza

y la fuerza corporal

de juventud,

todo se torna graveza

cuando llega al arrabal

de senectud.



Pararse es volverse, convertirse. ¿cuál se para? es ¿cómo acaba siendo?



IX



Pues la sangre de los godos,

el linaje y la nobleza

tan crecida,

¡por cuántas vías y modos

se sume su gran alteza

en esta vida!

Unos, por poco valer,

¡por cuán bajos y abatidos

que los tienen!

Otros que, por no tener,

con oficios no debidos

se mantienen.

Se sume: se hunde.



Unos de aquellos por los que corre la noble sangre goda, debido a su debilidad, son considerados bajos y abatidos (caídos en desgracia). Otros, por su pobreza, han de mantenerse con oficios impropios de su nobleza.



X



Los estados y riqueza,

que nos dejen a deshora

¿quién lo duda?

No les pidamos firmeza,

pues que son de una señora

que se muda,

que bienes son de Fortuna,

que revuelven con su rueda

presurosa,

la cual no puede ser una,

ni ser estable ni queda

en una cosa.



¿Quién duda que los estados y la riqueza nos dejan a deshora?

Los estados y la riqueza son bienes de la Fortuna, deidad inconstante que hace girar su rueda, haciendo que suban los que están bajo y bajen los que están arriba. La Fortuna no puede ser una misma (constante) en una misma cosa.



XI



Pero digo que, acompañen

y lleguen hasta la huesa

con su dueño,

por eso no nos engañen,

pues se va la vida apriesa,

como sueño,

y los deleites de acá

son, en que nos deleitamos,

temporales,

y los tormentos de allá,

que por ellos esperamos,

eternales.



Pero digo que [aunque] los bienes de Fortuna lleguen hasta la tumba con su dueño, por eso no han de engañarnos, pues, aun así, lo cierto es que la vida se va deprisa, como un sueño, y los deleites de acá en los que nos deleitamos, son temporales, mientras que los tormentos dque nos esperan en el infierno (si nos complacemos en los bienes de Fortuna en detriento de los bienes espirituales) son eternos.



XII



Los placeres y dulzores

de esta vida trabajada

que tenemos,

no son sino corredores,

y la muerte, la celada

en que caemos:

No mirando a nuestro daño,

corremos a rienda suelta

sin parar;

des que vemos el engaño

y queremos dar la vuelta,

no hay lugar.

Trabajada: trabajosa.



Corredores: exploradores, centinelas, que no descubren la emboscada: corremos precipitadamente y cuando vemos el engaño ya no hay espacio para dar la vuelta.



XIII



Si fuese en nuestro poder

tornar la cara hermosa

corporal,

como podemos hacer

el alma tan gloriosa

angelical,

¡qué diligencia tan viva

tuviéramos cada hora,

y tan presta

en componer la cautiva,

dejándonos la señora

descompuesta!



Si pudiéramos embellecer nuestra cara como podemos, si queremos, hacer gloriosa el alma, nos pasaríamos el tiempo adornando la cautiva (la cara) dejando a la señora (el alma) sin arreglar.



XIV



Estos reyes poderosos

que vemos por escrituras

ya pasadas,

con casos tristes, llorosos,

fueron sus buenas venturas

trastornadas.

Así que no hay cosa fuerte,

que a Papas y Emperadores

y Prelados,

así los trata la Muerte

como a los pobres pastores

de ganados.



Las buenas venturas de estos reyes poderosos fueron trastornadas con casos tristes.



XV



Dejemos a los troyanos,

que sus males no los vimos,

ni sus glorias;

dejemos a los romanos,

aunque oímos y leímos

sus historias;

no curemos de saber

lo de aquel siglo pasado,

qué fue de ello;

vengamos a lo de ayer,

que también es olvidado

como aquello.



XVI



¿Qué se hizo el rey don Juan?

Los infantes de Aragón

¿qué se hicieron?

¿Qué fue de tanto galán,

qué fue de tanta invención

como trujeron?

Las justas y los torneos,

paramentos, bordaduras,

y cimeras,

¿fueron sino devaneos?

¿Qué fueron sino verduras

de las eras?

Juan II de Castilla



XVII



¿Qué se hicieron las damas,

sus tocados, sus vestidos,

sus olores?

¿Qué se hicieron las llamas

de los fuegos encendidos

de amadores?

¿Qué se hizo aquel trovar,

las músicas acordadas

que tañían?

¿Qué se hizo aquel danzar,

aquellas ropas chapadas

que traían?

Ropas chapadas: adornadas.



XVIII



Pues el otro, su heredero,

don Enrique, ¡qué poderes

alcanzaba!

¡Cuán blando, cuán halaguero

el mundo con sus placeres

se le daba!

Mas verás cuán enemigo,

cuán contrario, cuán cruel

se le mostró,

habiéndole sido amigo,

¡cuán poco duró con él

lo que le dio!



Enrique IV de Castilla.

Halaguero: halagüeño.



XIX



Las dádivas desmedidas,

los edificios reales

llenos de oro,

las vajillas tan fabridas,

los enriques y reales

del tesoro,

los jaeces y caballos

de su gente, y atavíos

tan sobrados,

¿dónde iremos a buscallos?

¿qué fueron sino rocíos

de los prados?



Fabridas: pulidas.



XX



Pues su hermano, el inocente

que en su vida sucesor

se llamó,

¡qué corte tan excelente

tuvo y cuánto gran señor

que le siguió!

Mas como fuese mortal,

metiólo la muerte luego

en su fragua,

¡oh juicio divinal!

Cuando más ardía el fuego,

echaste agua.



Alfonso, proclamado Alfonso XII en vida de Enrique IV



XXI



Pues aquel gran Condestable

Maestre que conocimos,

tan privado,

no cumple que dél se hable,

sino sólo que lo vimos

degollado.

Sus infinitos tesoros,

sus villas y sus lugares,

su mandar,

¿qué le fueron sino lloros?

¿que fueron sino pesares

al dejar?



Álvaro de Luna

Privado: que disfruta de privanza o favor de un poderoso (en este caso de Juan II).



XXII



Pues los otros dos hermanos,

maestres tan prosperados

como reyes,

que a los grandes y medianos

trajeron tan sojuzgados

a sus leyes;

aquella prosperidad

que tan alta fue subida

y ensalzada,

¿qué fue sino claridad,

que cuando más encendida

fue matada?



Juan Pacheco, maestre de Santiago, y Pedro Girón, maestre de Calatrava.

Matar la luz es apagarla.



XXIII



Tantos duques excelentes,

tantos marqueses y condes,

y barones,

como vimos tan potentes,

di, Muerte, ¿dó los escondes

y traspones?

Y las sus claras hazañas

que hicieron en las guerras

y en las paces,

cuando tú, cruda, te ensañas,

con tu fuerza las atierras

y deshaces.



Aterrar: tirar a tierra.



XXIV



Las huestes innumerables,

los pendones y estandartes,

y banderas,

los castillos impugnables,

los muros y baluartes

y barreras,

la cava honda chapada,

o cualquier otro reparo,

¿qué aprovecha?

cuando tú vienes airada

todo lo pasas de claro

con tu flecha.



Impugnables: inexpugnables.

Cava chapada: foso defendido, guarnecido.

Reparo: precaución.



XXV



Aquél de buenos abrigo,

amado por virtuoso

de la gente,

el Maestre don Rodrigo

Manrique, tanto famoso

y tan valiente,

sus grandes hechos y claros

no cumple que los alabe,

pues los vieron,

ni los quiero hacer caros,

pues que el mundo todo sabe

cuáles fueron



Ni los quiero exagerar, pues todo el mundo sabe cómo fueron.



XXVI



¡Qué amigo de sus amigos!,

¡qué señor para criados

y parientes!,

¡qué enemigo de enemigos!,

¡qué maestre de esforzados

y valientes!,

¡qué seso para discretos!,

¡qué gracia para donosos!,

¡qué razón!,

¡cuán benigno a los sujetos!,

y a los bravos y dañosos,

¡qué león!



XXVII



En ventura Octaviano,

Julio César en vencer

y batallar,

En la virtud, Africano,

Aníbal en el saber

y trabajar,

En la bondad un Trajano,

Tito en liberalidad

con alegría,

En su brazo, Aureliano

Marco Atilio en la verdad

que prometía.



XXVIII



Antonio Pío en clemencia,

Marco Aurelio en igualdad

del semblante,

Adriano en la elocuencia,

Teodosio en humanidad

y buen talante,

Aurelio Alejandro fue

en disciplina y rigor

de la guerra,

un Constantino en la fe,

Camilo en el gran amor

de su tierra.



XXIX



No dejó grandes tesoros,

ni alcanzó muchas riquezas,

ni vajillas,

mas hizo guerra a los moros,

ganando sus fortalezas

y sus villas.

Y en las lides que venció,

muchos moros y caballos

se perdieron,

y en este oficio ganó

las rentas y los vasallos

que le dieron.



XXX



Pues por su honra y estado

en otros tiempos pasados

¿cómo se hubo?

Quedando desamparado,

con hermanos y criados

se sostuvo.

Después que hechos famosos

hizo en esta dicha guerra

que hacía,

hizo tratos tan honrosos,

que le dieron aun más tierra

que tenía.



¿Cómo se hubo?: ¿En qué situación se vio?



XXXI



Estas sus viejas historias

que con su brazo pintó

en juventud,

con otras nuevas victorias

ahora las renovó

en senectud.

Por su gran habilidad,

por méritos y ancianía

bien gastada,

alcanzó la dignidad

de la gran caballería

de la Espada.



XXXII



Y sus villas y sus tierras

ocupadas de tiranos

las halló,

mas por cercos y por guerras

y por fuerza de sus manos

las cobró.

Pues nuestro rey natural,

si de las obras que obró

fue servido,

dígalo el de Portugal,

y en Castilla quien siguió

su partido.



El rey natural era primero Alfonso XII y ahora Fernando el Católico. El servicio que Rodrigo Manrique le prestó lo puede atestiguar Alfonso V de Portugal, que fue derrotado por los castellanos.



XXXIII



Después de puesta la vida

tantas veces por su ley

al tablero;

después de tan bien servida

la corona de su rey

verdadero;

después de tanta hazaña

a que no puede bastar

cuenta cierta,

en la su villa de Ocaña

vino la Muerte a llamar

a su puerta





Poner la vida al tablero: arriesgarse, jugársela.

El rey verdadero es, de nuevo, Fernando el Católico.



XXXIV



diciendo: «Buen caballero,

dejad el mundo engañoso

y su halago;

vuestro corazón de acero

muestre su esfuerzo famoso

en este trago;

y pues de vida y salud

hicisteis tan poca cuenta

por la fama,

esfuércese la virtud

por sufrir esta afrenta

que os llama.



XXXV



No se os haga tan amarga

la batalla temerosa

que esperáis,

pues otra vida más larga

de fama tan gloriosa

acá dejáis.

Aunque esta vida de honor

tampoco no es eternal,

ni verdadera,

mas, con todo, es muy mejor

que la vida terrenal,

perecedera.



XXXVI



El vivir que es perdurable,

no se gana con estados

mundanales,

ni con vida deleitable,

en que moran los pecados

infernales,

mas los buenos religiosos,

ganánlo con oraciones

y con lloros,

los caballeros famosos

con trabajos y aflicciones

contra moros.





XXXVII



Y pues vos, claro varón,

tanta sangre derramasteis

de paganos,

esperad el galardón

que en este mundo ganasteis

por las manos.

Y con esta confianza

y con la fe tan entera

que tenéis,

partid con buena esperanza,

que esta otra vida tercera,

ganaréis.»



XXXVIII



«No tengamos tiempo ya

en esta vida mezquina

por tal modo,

que mi voluntad está

conforme con la divina

para todo.

Y consiento en mi morir

con voluntad placentera,

clara y pura,

que querer hombre vivir

cuando Dios quiere que muera,

es locura.»



Ahora don Rodrigo responde a la Muerte.



XXXIX



Tú que por nuestra maldad

tomaste forma servil

y bajo nombre;

Tú que en tu divinidad

juntaste cosa tan vil

como es el hombre;

Tú que tan grandes tormentos

sufriste sin resistencia

en tu persona,

no por mis merecimientos,

mas por tu sola clemencia,

me perdona.



XL



Así, con tal entender,

todos sentidos humanos

conservados,

cercado de su mujer,

Y de sus hijos y hermanos

y criados,

dio el alma a quien se la dio,

el cual la ponga en el cielo

y en su gloria,

y aunque la vida perdió,

dejónos harto consuelo

su memoria.



Murió conservando todo su entendimiento y sus sentidos, rodeado de su familia.



NOTAS: La ortografía ha sido modernizada salvo en los casos en que ello hubiera alterado la rima o la medida de los versos. Téngase presente que algunas haches eran originalmente efes, por lo que impiden la formación de un diptongo. En cuanto a la medida de los versos, las estrofas son coplas de pie quebrado, de modo que cada verso tetrasílabo se mide a menudo junto al octosílabo que lo precede. Así, si éste acaba en palabra aguda, el verso siguiente puede tener una sílaba más. (P.ej.: que van a dar en la mar, que es el morir. Doce sílabas en total). También se pueden formar sinalefas entre un octosílabo y un tetrasílabo. (P.ej.: se sume su gran alteza en esta vida. Doce sílabas en total).





Tradução de Rubem Amaral Jr.:



I

Recorde a alma dormida

avive o senso e desperte

contemplando

como perpassa a vida,

chega-se a morte solerte,

tão calando;

quão prestes se vai o prazer

como depois de lembrado

causa dor,

como, a nosso parecer

qualquer momento passado

foi melhor.



II

E pois, vemos o presente

com é num instante vencido

e acabado,

se julgamos sabiamente

daremos até o não sido

por passado.

Não se enganem em pensar

que seguirá o que vem

outra norma,

mais que o já visto durar,

porque passará também

por esta forma.





III

Nossas vidas são os rios

que vão lançar-se no mar

que é o morrer;

ali vão os senhorios

diretos a se acabar

e se perder;

ali os rios caudais,

ali os ouros meãos

e menores:

lá chegados são iguais

os que vivem por suas mãos

e os senhores.



IV

Deixo as invocações

dos afamados poetas

e oradores;

não cuido de suas ficções,

que trazem ervas secretas

seus sabores.

Àquele só me encomendo,

aquele só invoco eu

de verdade,

que neste mundo vivendo,

o mundo não conheceu

sua deidade.



V

Este mundo é o caminho

para o outro, que é morada

sem pesar;

mas sempre tem bom alinho

para andar esta jornada

sem errar.

Parimos quando nascemos,

andamos quando vivemos

e chegamos

ao tempo que fenecemos;

assim que quando morremos

descansamos.



VI

Este mundo ameno é

se bem usássemos dele

qual devemos,

pois segundo nossa fé

somente ganhar aquele

pretendemos.

Mesmo o Filho de Deus

para ao céu nos alçar

descendeu

a nascer aqui entre os seus

e a neste solo habitar

onde morreu.



VII

Se fosse em nosso poder

fazer a cara formosa

corporal,

como podemos fazer

a alma tão gloriosa

angelical,

que diligência tão viva

teríamos toda hora,

tão disposta,

em nos compor a cativa,

deixando-nos a senhora

descomposta!



VIII

Vede quão pouco valor

têm as coisas trás que andamos

e corremos;

que neste mundo traidor

antes mesmo que morramos

as perdemos.

Delas desfaz a idade,

delas casos desastrados

que acontecem;

delas, por sua qualidade,

em os mais altos estados

desfalecem.



IX

Dizei-me: a formosura,

a gentil frescura e tez

duma cara,

o rosado e a brancura,

quando a velhice se fez,

onde para?

As manhas e ligeireza

e a força corporal

da juventude,

tudo se torna graveza

quando chega ao arraial

da senectude.



X

Pois até o sangue dos godos,

e a linhagem e a nobreza

tão crescida,

por quantas vias e modos

se some sua grande alteza

nesta vida!

Muitos, por pouco valer,

por quão baixos e abatidos

que as têm!

Outros que, por nada ter,

com ofícios indevidos

se mantêm.



XI

Que os estados e riqueza

não nos deixem em má hora

quem garante?

Não lhes peçamos firmeza,

pois que são duma senhora

inconstante;

que eles são da Fortuna

que a roda sua a girar

não repousa,

a qual não pode ser una

nem estar queda ou parar

em uma cousa.



XII

Mas concedo que eles sigam

e cheguem junto da fossa

com seu dono;

por isso não nos desdigam,

breve vai-se a vida nossa

como sono.

E os deleites de cá

são, em que nos deleitamos,

temporais,

e os tormentos de lá,

que por eles esperamos,

eternais.



XIII

Os prazeres e dulçores

desta vida trabalhada

que possuímos,

não são mais que batedores,

e a morte uma cilada

em que caímos.

Não olhando nosso dano,

corremos a rédea solta

sem parar;

dês que vemos o engano

e queremos dar a volta,

não há lugar



XIV

Estes reis tão poderosos

que vemos por escrituras

já passadas,

com casos tristes, chorosos,

foram suas boas venturas

transtornadas;

assim que nada é tão forte,

que a papas, imperadores

e cardeais

assim os trata a morte

como a uns pobres pastores

de animais.



XV

Deixemos em paz troianos,

cujos males não lhes vimos

nem as glórias;

deixemos atrás romanos,

se bem que temos e ouvimos

suas histórias;

não curemos do que contem

sobre o século passado,

que foi dele;

venhamos logo ao de ontem,

que também está olvidado

como aquele.



XVI

Que fim teve o rei Dom João?

De Aragão os três infantes

qual tiveram?

Onde estão tanta invenção

e tantos jovens galantes

que as trouxeram?

Foram apenas devaneios?

Que foram salvos das eiras

as verduras,

as justas e os torneios,

paramentos e cimeiras,

bordaduras?



XVII

Que fim levaram as damas,

seus toucados e vestidos

seus olores?

Que fim levaram as chamas

dos ardores acendidos

de amadores?

Que é feito do trovar,

das músicas acordadas

que tangiam?

Que é feito do dançar,

daquelas roupas chapadas

que traziam?



XVIII

Pois o outro, seu herdeiro,

Dom Henrique, que poderes

alcançava!

Quão brando, quão lisonjeiro

o mundo com seus prazeres

se lhe dava!

Mas verás quão inimigo,

quão contrário, quão danoso

se lhe mostrou;

havendo-lhe sido amigo,

o que lhe deu generoso

lhe não durou!



XIX

As dádivas desmedidas

os edifícios reais

cheios de ouro,

as baixelas tão lavradas,

os henriques e reais

do tesouro,

os jaezes, os cavalos

de suas gentes e atavios

tão sobrados,

onde iremos nós buscá-los?

Que foram salvos rocios

pelos prados?



XX

Pois seu irmão o inocente

que em sua vida sucessor

se chamou,

que corte tão excelente

teve, e quanto grão senhor

o cercou!

Mas, como era mortal,

meteu-o a morte logo

em sua frágua.

Oh juízo divinal,

quando mais ardia o fogo,

deitaste água!



XXI

Pois do grande Condestável,

o Mestre, que conhecemos

tão privado,

calemos a sorte instável,

digamos só que o tivemos

degolado.

O seu tesouro opulento,

suas vilas e seus lugares,

seu mandar,

causaram-lhe só lamento.

Que foram salvos pesares

ao deixar?



XXII

E os outros dois irmãos,

os mestres tão prosperados

como reis,

que aos grande e meãos

trouxeram tão sojugados

a suas leis;

aquela prosperidade

que tão alta foi erguida

e exaltada,

que foi salvo claridade

que estando mais acendida

foi apagada?



XXII

Tantos duques excelentes,

tantos marqueses e condes

e barões

como vimos tão potentes,

dize, morte, onde os escondes

e transpões?

E as mui claras façanhas

que fizeram em suas guerras

e nas pazes,

quando tu, crua, te assanhas,

com tua força as aterras

e desfazes.



XXV

O que de bons era abrigo,

amado por virtuoso

pela gente,

o senhor Mestre Rodrigo

Manrique, tanto famoso

e tão valente,

seus grandes feitos e claros

não cumpre que eu os gabe,

que os miraram,

nem os quero fazer caros,

pois que o mundo todo sabe

qual passaram.



XXVI

Amigo de seus amigos,

que senhor para criados

e parentes!

Que inimigo de inimigos!

E que mestre de esforçados

e valentes!

Que siso para prudentes!

Que graça pra donosos!

Que razão!

Brando pra dependentes!

Para os bravos e danosos,

um leão!



XXVII

Em ventura Otaviano;

Júlio César em vencer

e batalhar;

em sua virtude, Africano;

Aníbal em seu saber

e trabalhar;

em sua bondade, um Trajano;

Tito em liberalidade

com alegria;

em seu braço, Aureliano;

Marco Atílio na verdade

que prometia.



XXVIII

Antonio Pio em clemência;

Marco Aurélio na igualdade

do semblante;

Adriano na eloquência;

Teodósio em humanidade

e bom talante.

Aurélio Alexandre é

na disciplina e rigor

de sua guerra;

um Constantino na fé,

Camilo no grande amor

de sua terra.



XXIX

Não deixou grandes tesouros,

nem logrou muitas riquezas

nem baixelas,

mas teve guerra com os mouros,

ganhando suas fortalezas

e vilelas;

e nas lides que triunfou

quantos mouros e cavalos

se perderam;

e neste ofício ganhou

as rendas e os vassalos

que lhe deram.



XXX

Pois por sua honra e estado,

em outros tempos passados,

como achou-se?

Ficando desamparado,

com irmãos e os criados

sustentou-se.

Depois que atos famosos

praticou na dita guerra

que fazia,

fez contratos tão honrosos

que lhe deram mui mais terra

que possuía.



XXXI

Estas suas velhas histórias

que com o braço pintou

na juventude,

com outras novas vitórias

agora as renovou

na senectude.

Por sua grade habilidade,

por méritos e anciania

bem gastada,

alcançou a dignidade

da alta e grã Cavalaria

da Espada.



XXXII

E suas vilas e suas terras

por tiranos ocupadas

as achou,

mas por cercos e por guerras

e por força de espadas

as cobrou.

Pois nosso Rei natural,

se dessas obras que obrou

foi servido,

diga-o o de Portugal

que em Castela quem tomou

seu partido.



XXXIII

Depois de posta a vida

tantas vezes por sua lei

no tab´leiro;

depois de tão bem servida

a coroa de seu rei

verdadeiro;

depois de tanta façanha

que exatamente contar

não comporta,

em a sua vila de Ocaña

veio a morte chamar

a sua porta.



XXXIV

Dizendo: "Bom cavaleiro,

deixai o mundo enganoso

com seu afago;

vosso coração inteiro

mostre seu esforço famoso

em este trago.

"E pois de vida e saúde

fizestes tão pouca conta

pela fama,

esforce-se a virtude

para sofrer esta afronta

que vos chama".



XXXV

Não se vos faça amarga

a batalha temerosa

que esperais,

pois outra vida mais larga,

de fama tão gloriosa,

aqui deixais;

"se bem tal vida de honor

também não seja eternal

nem verdadeira;

mas, contudo, é bem melhor

que a outra temporal

e passageira.



XXXVI

O viver que é perdurável

não se ganha com estados

mundanais,

nem com vida deleitável

onde moram os pecados

infernais;

"mas os bons religiosos

ganham-no com orações

e flagícios;

os cavaleiros famosos

contra mouros em aflições

e suplícios.



XXVII

E pois vós, claro varão,

tanto sangue derramastes

de pagãos,

esperai o galardão

que neste mundo ganhastes

pelas mãos;

"e com esta confiança

e com a fé tão inteira

que haveis,

parti com boa esperança,

que estoutra vida terceira

ganhareis".



(Responde o Mestre:)

XXXVIII



"Não gastemos tempo já

em esta vida indina

por tal via,

que minha vontade está

pra tudo com a divina

em harmonia.

"E consinto em meu morrer

com a vontade bem forte,

clara e pura,

que querer homem viver

quando Deus quer dar-lhe morte

é loucura".



(Do Mestre a Jesus)

XXXIX

Tu que, por nossa maldade,

mau nome e forma servil

com amor tomaste;

Tu, que com tua divindade

o corpo humano tão vil

também juntaste;

"Tu, que tão grandes tormentos

sofreste sem resistência

em tua pessoa,

não por meus merecimentos,

mas só por tua clemência

me perdoa".



Cabo

XL

Assim, com tal entender,

todos sentidos humanos

conservados,

cercado de sua mulher

e de seus filhos, seus manos

e criados,

deu a alma a quem lha deu

(O qual no céu a porá,

em sua glória),

e embora consolo deixará

sua memória.



(Poesia doutrinal: coplas; 1984)



(Ilustração:  William-Adolphe Bouguereau -1825-1905 - El despertar de la tristeza)

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