I
Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;
cuán presto se va el placer;
cómo después de acordado
da dolor;
cómo a nuestro parecer
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.
Recuerde: Recobre la conciencia al despertar. Que despierten las almas que viven soñando y no son conscientes de la realidad.
Cómo el recordar el placer (pasado) da dolor.
II
Pues si vemos lo presente
cómo en un punto se es ido
y acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo no venido
por pasado.
No se engañe nadie, no,
pensando que ha de durar
lo que espera
más que duró lo que vio,
pues que todo ha de pasar
por tal manera.
Y puesto que vemos cómo lo presente es ido y acabado en un punto (en nada de tiempo), si juzgamos sabiamente, consideraremos a lo que ha de venir como si ya hubiera pasado.
III
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir:
allí van los señoríos,
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos;
y llegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.
Los ríos caudalosos.
Al llegar al mar (a la muerte) son iguales los que se ganan la vida con el trabajo de sus manos y los ricos.
IV
Dejo las invocaciones
de los famosos poetas
y oradores;
no curo de sus ficciones,
que traen yerbas secretas
sus sabores.
A Aquel sólo me encomiendo,
Aquel sólo invoco yo
de verdad,
que, en este mundo viviendo,
el mundo no conoció
su deidad.
No voy a acordarme aquí de los poetas y oradores paganos, no me preocupo de sus ficciones, pues el sabor de su arte procede de hierbas secretas (venenos).
Sólo me encomiendo a Jesucristo, que mientras vivió en el mundo, el mundo no se dio cuenta de que era Dios.
V
Este mundo es el camino
para el otro, que es morada
sin pesar;
mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada
sin errar.
Partimos cuando nacemos,
andamos mientras vivimos,
y llegamos
al tiempo que fenecemos;
así que, cuando morimos,
descansamos.
VI
Este mundo bueno fue
si bien usásemos dél,
como debemos,
porque, según nuestra fe,
es para ganar aquel
que atendemos.
Y aun aquel Hijo de Dios,
para subirnos al cielo,
descendió
a nacer acá entre nos
y a vivir en este suelo
do murió.
Este mundo fue[ra] bueno si lo usásemos bien, como debemos, es decir, si lo usáramos para probar nuestra virtud y ganarnos así el cielo, para ganar el mundo que esperamos.
VII
Ved de cuán poco valor
son las cosas tras que andamos
y corremos,
que en este mundo traidor
aun primero que muramos
las perdemos.
De ellas deshace la edad,
de ellas casos desastrados
que acaecen,
de ellas, por su calidad,
en los más altos estados
desfallecen.
El tiempo y los desastres las dehacen, y desfallecen cuando se encuentran en los más altos estados de calidad.
VIII
Decidme: la hermosura,
la gentil frescura y tez
de la cara,
la color y la blancura,
cuando viene la vejez
¿cuál se para?
Las mañas y ligereza
y la fuerza corporal
de juventud,
todo se torna graveza
cuando llega al arrabal
de senectud.
Pararse es volverse, convertirse. ¿cuál se para? es ¿cómo acaba siendo?
IX
Pues la sangre de los godos,
el linaje y la nobleza
tan crecida,
¡por cuántas vías y modos
se sume su gran alteza
en esta vida!
Unos, por poco valer,
¡por cuán bajos y abatidos
que los tienen!
Otros que, por no tener,
con oficios no debidos
se mantienen.
Se sume: se hunde.
Unos de aquellos por los que corre la noble sangre goda, debido a su debilidad, son considerados bajos y abatidos (caídos en desgracia). Otros, por su pobreza, han de mantenerse con oficios impropios de su nobleza.
X
Los estados y riqueza,
que nos dejen a deshora
¿quién lo duda?
No les pidamos firmeza,
pues que son de una señora
que se muda,
que bienes son de Fortuna,
que revuelven con su rueda
presurosa,
la cual no puede ser una,
ni ser estable ni queda
en una cosa.
¿Quién duda que los estados y la riqueza nos dejan a deshora?
Los estados y la riqueza son bienes de la Fortuna, deidad inconstante que hace girar su rueda, haciendo que suban los que están bajo y bajen los que están arriba. La Fortuna no puede ser una misma (constante) en una misma cosa.
XI
Pero digo que, acompañen
y lleguen hasta la huesa
con su dueño,
por eso no nos engañen,
pues se va la vida apriesa,
como sueño,
y los deleites de acá
son, en que nos deleitamos,
temporales,
y los tormentos de allá,
que por ellos esperamos,
eternales.
Pero digo que [aunque] los bienes de Fortuna lleguen hasta la tumba con su dueño, por eso no han de engañarnos, pues, aun así, lo cierto es que la vida se va deprisa, como un sueño, y los deleites de acá en los que nos deleitamos, son temporales, mientras que los tormentos dque nos esperan en el infierno (si nos complacemos en los bienes de Fortuna en detriento de los bienes espirituales) son eternos.
XII
Los placeres y dulzores
de esta vida trabajada
que tenemos,
no son sino corredores,
y la muerte, la celada
en que caemos:
No mirando a nuestro daño,
corremos a rienda suelta
sin parar;
des que vemos el engaño
y queremos dar la vuelta,
no hay lugar.
Trabajada: trabajosa.
Corredores: exploradores, centinelas, que no descubren la emboscada: corremos precipitadamente y cuando vemos el engaño ya no hay espacio para dar la vuelta.
XIII
Si fuese en nuestro poder
tornar la cara hermosa
corporal,
como podemos hacer
el alma tan gloriosa
angelical,
¡qué diligencia tan viva
tuviéramos cada hora,
y tan presta
en componer la cautiva,
dejándonos la señora
descompuesta!
Si pudiéramos embellecer nuestra cara como podemos, si queremos, hacer gloriosa el alma, nos pasaríamos el tiempo adornando la cautiva (la cara) dejando a la señora (el alma) sin arreglar.
XIV
Estos reyes poderosos
que vemos por escrituras
ya pasadas,
con casos tristes, llorosos,
fueron sus buenas venturas
trastornadas.
Así que no hay cosa fuerte,
que a Papas y Emperadores
y Prelados,
así los trata la Muerte
como a los pobres pastores
de ganados.
Las buenas venturas de estos reyes poderosos fueron trastornadas con casos tristes.
XV
Dejemos a los troyanos,
que sus males no los vimos,
ni sus glorias;
dejemos a los romanos,
aunque oímos y leímos
sus historias;
no curemos de saber
lo de aquel siglo pasado,
qué fue de ello;
vengamos a lo de ayer,
que también es olvidado
como aquello.
XVI
¿Qué se hizo el rey don Juan?
Los infantes de Aragón
¿qué se hicieron?
¿Qué fue de tanto galán,
qué fue de tanta invención
como trujeron?
Las justas y los torneos,
paramentos, bordaduras,
y cimeras,
¿fueron sino devaneos?
¿Qué fueron sino verduras
de las eras?
Juan II de Castilla
XVII
¿Qué se hicieron las damas,
sus tocados, sus vestidos,
sus olores?
¿Qué se hicieron las llamas
de los fuegos encendidos
de amadores?
¿Qué se hizo aquel trovar,
las músicas acordadas
que tañían?
¿Qué se hizo aquel danzar,
aquellas ropas chapadas
que traían?
Ropas chapadas: adornadas.
XVIII
Pues el otro, su heredero,
don Enrique, ¡qué poderes
alcanzaba!
¡Cuán blando, cuán halaguero
el mundo con sus placeres
se le daba!
Mas verás cuán enemigo,
cuán contrario, cuán cruel
se le mostró,
habiéndole sido amigo,
¡cuán poco duró con él
lo que le dio!
Enrique IV de Castilla.
Halaguero: halagüeño.
XIX
Las dádivas desmedidas,
los edificios reales
llenos de oro,
las vajillas tan fabridas,
los enriques y reales
del tesoro,
los jaeces y caballos
de su gente, y atavíos
tan sobrados,
¿dónde iremos a buscallos?
¿qué fueron sino rocíos
de los prados?
Fabridas: pulidas.
XX
Pues su hermano, el inocente
que en su vida sucesor
se llamó,
¡qué corte tan excelente
tuvo y cuánto gran señor
que le siguió!
Mas como fuese mortal,
metiólo la muerte luego
en su fragua,
¡oh juicio divinal!
Cuando más ardía el fuego,
echaste agua.
Alfonso, proclamado Alfonso XII en vida de Enrique IV
XXI
Pues aquel gran Condestable
Maestre que conocimos,
tan privado,
no cumple que dél se hable,
sino sólo que lo vimos
degollado.
Sus infinitos tesoros,
sus villas y sus lugares,
su mandar,
¿qué le fueron sino lloros?
¿que fueron sino pesares
al dejar?
Álvaro de Luna
Privado: que disfruta de privanza o favor de un poderoso (en este caso de Juan II).
XXII
Pues los otros dos hermanos,
maestres tan prosperados
como reyes,
que a los grandes y medianos
trajeron tan sojuzgados
a sus leyes;
aquella prosperidad
que tan alta fue subida
y ensalzada,
¿qué fue sino claridad,
que cuando más encendida
fue matada?
Juan Pacheco, maestre de Santiago, y Pedro Girón, maestre de Calatrava.
Matar la luz es apagarla.
XXIII
Tantos duques excelentes,
tantos marqueses y condes,
y barones,
como vimos tan potentes,
di, Muerte, ¿dó los escondes
y traspones?
Y las sus claras hazañas
que hicieron en las guerras
y en las paces,
cuando tú, cruda, te ensañas,
con tu fuerza las atierras
y deshaces.
Aterrar: tirar a tierra.
XXIV
Las huestes innumerables,
los pendones y estandartes,
y banderas,
los castillos impugnables,
los muros y baluartes
y barreras,
la cava honda chapada,
o cualquier otro reparo,
¿qué aprovecha?
cuando tú vienes airada
todo lo pasas de claro
con tu flecha.
Impugnables: inexpugnables.
Cava chapada: foso defendido, guarnecido.
Reparo: precaución.
XXV
Aquél de buenos abrigo,
amado por virtuoso
de la gente,
el Maestre don Rodrigo
Manrique, tanto famoso
y tan valiente,
sus grandes hechos y claros
no cumple que los alabe,
pues los vieron,
ni los quiero hacer caros,
pues que el mundo todo sabe
cuáles fueron
Ni los quiero exagerar, pues todo el mundo sabe cómo fueron.
XXVI
¡Qué amigo de sus amigos!,
¡qué señor para criados
y parientes!,
¡qué enemigo de enemigos!,
¡qué maestre de esforzados
y valientes!,
¡qué seso para discretos!,
¡qué gracia para donosos!,
¡qué razón!,
¡cuán benigno a los sujetos!,
y a los bravos y dañosos,
¡qué león!
XXVII
En ventura Octaviano,
Julio César en vencer
y batallar,
En la virtud, Africano,
Aníbal en el saber
y trabajar,
En la bondad un Trajano,
Tito en liberalidad
con alegría,
En su brazo, Aureliano
Marco Atilio en la verdad
que prometía.
XXVIII
Antonio Pío en clemencia,
Marco Aurelio en igualdad
del semblante,
Adriano en la elocuencia,
Teodosio en humanidad
y buen talante,
Aurelio Alejandro fue
en disciplina y rigor
de la guerra,
un Constantino en la fe,
Camilo en el gran amor
de su tierra.
XXIX
No dejó grandes tesoros,
ni alcanzó muchas riquezas,
ni vajillas,
mas hizo guerra a los moros,
ganando sus fortalezas
y sus villas.
Y en las lides que venció,
muchos moros y caballos
se perdieron,
y en este oficio ganó
las rentas y los vasallos
que le dieron.
XXX
Pues por su honra y estado
en otros tiempos pasados
¿cómo se hubo?
Quedando desamparado,
con hermanos y criados
se sostuvo.
Después que hechos famosos
hizo en esta dicha guerra
que hacía,
hizo tratos tan honrosos,
que le dieron aun más tierra
que tenía.
¿Cómo se hubo?: ¿En qué situación se vio?
XXXI
Estas sus viejas historias
que con su brazo pintó
en juventud,
con otras nuevas victorias
ahora las renovó
en senectud.
Por su gran habilidad,
por méritos y ancianía
bien gastada,
alcanzó la dignidad
de la gran caballería
de la Espada.
XXXII
Y sus villas y sus tierras
ocupadas de tiranos
las halló,
mas por cercos y por guerras
y por fuerza de sus manos
las cobró.
Pues nuestro rey natural,
si de las obras que obró
fue servido,
dígalo el de Portugal,
y en Castilla quien siguió
su partido.
El rey natural era primero Alfonso XII y ahora Fernando el Católico. El servicio que Rodrigo Manrique le prestó lo puede atestiguar Alfonso V de Portugal, que fue derrotado por los castellanos.
XXXIII
Después de puesta la vida
tantas veces por su ley
al tablero;
después de tan bien servida
la corona de su rey
verdadero;
después de tanta hazaña
a que no puede bastar
cuenta cierta,
en la su villa de Ocaña
vino la Muerte a llamar
a su puerta
Poner la vida al tablero: arriesgarse, jugársela.
El rey verdadero es, de nuevo, Fernando el Católico.
XXXIV
diciendo: «Buen caballero,
dejad el mundo engañoso
y su halago;
vuestro corazón de acero
muestre su esfuerzo famoso
en este trago;
y pues de vida y salud
hicisteis tan poca cuenta
por la fama,
esfuércese la virtud
por sufrir esta afrenta
que os llama.
XXXV
No se os haga tan amarga
la batalla temerosa
que esperáis,
pues otra vida más larga
de fama tan gloriosa
acá dejáis.
Aunque esta vida de honor
tampoco no es eternal,
ni verdadera,
mas, con todo, es muy mejor
que la vida terrenal,
perecedera.
XXXVI
El vivir que es perdurable,
no se gana con estados
mundanales,
ni con vida deleitable,
en que moran los pecados
infernales,
mas los buenos religiosos,
ganánlo con oraciones
y con lloros,
los caballeros famosos
con trabajos y aflicciones
contra moros.
XXXVII
Y pues vos, claro varón,
tanta sangre derramasteis
de paganos,
esperad el galardón
que en este mundo ganasteis
por las manos.
Y con esta confianza
y con la fe tan entera
que tenéis,
partid con buena esperanza,
que esta otra vida tercera,
ganaréis.»
XXXVIII
«No tengamos tiempo ya
en esta vida mezquina
por tal modo,
que mi voluntad está
conforme con la divina
para todo.
Y consiento en mi morir
con voluntad placentera,
clara y pura,
que querer hombre vivir
cuando Dios quiere que muera,
es locura.»
Ahora don Rodrigo responde a la Muerte.
XXXIX
Tú que por nuestra maldad
tomaste forma servil
y bajo nombre;
Tú que en tu divinidad
juntaste cosa tan vil
como es el hombre;
Tú que tan grandes tormentos
sufriste sin resistencia
en tu persona,
no por mis merecimientos,
mas por tu sola clemencia,
me perdona.
XL
Así, con tal entender,
todos sentidos humanos
conservados,
cercado de su mujer,
Y de sus hijos y hermanos
y criados,
dio el alma a quien se la dio,
el cual la ponga en el cielo
y en su gloria,
y aunque la vida perdió,
dejónos harto consuelo
su memoria.
Murió conservando todo su entendimiento y sus sentidos, rodeado de su familia.
NOTAS: La ortografía ha sido modernizada salvo en los casos en que ello hubiera alterado la rima o la medida de los versos. Téngase presente que algunas haches eran originalmente efes, por lo que impiden la formación de un diptongo. En cuanto a la medida de los versos, las estrofas son coplas de pie quebrado, de modo que cada verso tetrasílabo se mide a menudo junto al octosílabo que lo precede. Así, si éste acaba en palabra aguda, el verso siguiente puede tener una sílaba más. (P.ej.: que van a dar en la mar, que es el morir. Doce sílabas en total). También se pueden formar sinalefas entre un octosílabo y un tetrasílabo. (P.ej.: se sume su gran alteza en esta vida. Doce sílabas en total).
Tradução de Rubem Amaral Jr.:
I
Recorde a alma dormida
avive o senso e desperte
contemplando
como perpassa a vida,
chega-se a morte solerte,
tão calando;
quão prestes se vai o prazer
como depois de lembrado
causa dor,
como, a nosso parecer
qualquer momento passado
foi melhor.
II
E pois, vemos o presente
com é num instante vencido
e acabado,
se julgamos sabiamente
daremos até o não sido
por passado.
Não se enganem em pensar
que seguirá o que vem
outra norma,
mais que o já visto durar,
porque passará também
por esta forma.
III
Nossas vidas são os rios
que vão lançar-se no mar
que é o morrer;
ali vão os senhorios
diretos a se acabar
e se perder;
ali os rios caudais,
ali os ouros meãos
e menores:
lá chegados são iguais
os que vivem por suas mãos
e os senhores.
IV
Deixo as invocações
dos afamados poetas
e oradores;
não cuido de suas ficções,
que trazem ervas secretas
seus sabores.
Àquele só me encomendo,
aquele só invoco eu
de verdade,
que neste mundo vivendo,
o mundo não conheceu
sua deidade.
V
Este mundo é o caminho
para o outro, que é morada
sem pesar;
mas sempre tem bom alinho
para andar esta jornada
sem errar.
Parimos quando nascemos,
andamos quando vivemos
e chegamos
ao tempo que fenecemos;
assim que quando morremos
descansamos.
VI
Este mundo ameno é
se bem usássemos dele
qual devemos,
pois segundo nossa fé
somente ganhar aquele
pretendemos.
Mesmo o Filho de Deus
para ao céu nos alçar
descendeu
a nascer aqui entre os seus
e a neste solo habitar
onde morreu.
VII
Se fosse em nosso poder
fazer a cara formosa
corporal,
como podemos fazer
a alma tão gloriosa
angelical,
que diligência tão viva
teríamos toda hora,
tão disposta,
em nos compor a cativa,
deixando-nos a senhora
descomposta!
VIII
Vede quão pouco valor
têm as coisas trás que andamos
e corremos;
que neste mundo traidor
antes mesmo que morramos
as perdemos.
Delas desfaz a idade,
delas casos desastrados
que acontecem;
delas, por sua qualidade,
em os mais altos estados
desfalecem.
IX
Dizei-me: a formosura,
a gentil frescura e tez
duma cara,
o rosado e a brancura,
quando a velhice se fez,
onde para?
As manhas e ligeireza
e a força corporal
da juventude,
tudo se torna graveza
quando chega ao arraial
da senectude.
X
Pois até o sangue dos godos,
e a linhagem e a nobreza
tão crescida,
por quantas vias e modos
se some sua grande alteza
nesta vida!
Muitos, por pouco valer,
por quão baixos e abatidos
que as têm!
Outros que, por nada ter,
com ofícios indevidos
se mantêm.
XI
Que os estados e riqueza
não nos deixem em má hora
quem garante?
Não lhes peçamos firmeza,
pois que são duma senhora
inconstante;
que eles são da Fortuna
que a roda sua a girar
não repousa,
a qual não pode ser una
nem estar queda ou parar
em uma cousa.
XII
Mas concedo que eles sigam
e cheguem junto da fossa
com seu dono;
por isso não nos desdigam,
breve vai-se a vida nossa
como sono.
E os deleites de cá
são, em que nos deleitamos,
temporais,
e os tormentos de lá,
que por eles esperamos,
eternais.
XIII
Os prazeres e dulçores
desta vida trabalhada
que possuímos,
não são mais que batedores,
e a morte uma cilada
em que caímos.
Não olhando nosso dano,
corremos a rédea solta
sem parar;
dês que vemos o engano
e queremos dar a volta,
não há lugar
XIV
Estes reis tão poderosos
que vemos por escrituras
já passadas,
com casos tristes, chorosos,
foram suas boas venturas
transtornadas;
assim que nada é tão forte,
que a papas, imperadores
e cardeais
assim os trata a morte
como a uns pobres pastores
de animais.
XV
Deixemos em paz troianos,
cujos males não lhes vimos
nem as glórias;
deixemos atrás romanos,
se bem que temos e ouvimos
suas histórias;
não curemos do que contem
sobre o século passado,
que foi dele;
venhamos logo ao de ontem,
que também está olvidado
como aquele.
XVI
Que fim teve o rei Dom João?
De Aragão os três infantes
qual tiveram?
Onde estão tanta invenção
e tantos jovens galantes
que as trouxeram?
Foram apenas devaneios?
Que foram salvos das eiras
as verduras,
as justas e os torneios,
paramentos e cimeiras,
bordaduras?
XVII
Que fim levaram as damas,
seus toucados e vestidos
seus olores?
Que fim levaram as chamas
dos ardores acendidos
de amadores?
Que é feito do trovar,
das músicas acordadas
que tangiam?
Que é feito do dançar,
daquelas roupas chapadas
que traziam?
XVIII
Pois o outro, seu herdeiro,
Dom Henrique, que poderes
alcançava!
Quão brando, quão lisonjeiro
o mundo com seus prazeres
se lhe dava!
Mas verás quão inimigo,
quão contrário, quão danoso
se lhe mostrou;
havendo-lhe sido amigo,
o que lhe deu generoso
lhe não durou!
XIX
As dádivas desmedidas
os edifícios reais
cheios de ouro,
as baixelas tão lavradas,
os henriques e reais
do tesouro,
os jaezes, os cavalos
de suas gentes e atavios
tão sobrados,
onde iremos nós buscá-los?
Que foram salvos rocios
pelos prados?
XX
Pois seu irmão o inocente
que em sua vida sucessor
se chamou,
que corte tão excelente
teve, e quanto grão senhor
o cercou!
Mas, como era mortal,
meteu-o a morte logo
em sua frágua.
Oh juízo divinal,
quando mais ardia o fogo,
deitaste água!
XXI
Pois do grande Condestável,
o Mestre, que conhecemos
tão privado,
calemos a sorte instável,
digamos só que o tivemos
degolado.
O seu tesouro opulento,
suas vilas e seus lugares,
seu mandar,
causaram-lhe só lamento.
Que foram salvos pesares
ao deixar?
XXII
E os outros dois irmãos,
os mestres tão prosperados
como reis,
que aos grande e meãos
trouxeram tão sojugados
a suas leis;
aquela prosperidade
que tão alta foi erguida
e exaltada,
que foi salvo claridade
que estando mais acendida
foi apagada?
XXII
Tantos duques excelentes,
tantos marqueses e condes
e barões
como vimos tão potentes,
dize, morte, onde os escondes
e transpões?
E as mui claras façanhas
que fizeram em suas guerras
e nas pazes,
quando tu, crua, te assanhas,
com tua força as aterras
e desfazes.
XXV
O que de bons era abrigo,
amado por virtuoso
pela gente,
o senhor Mestre Rodrigo
Manrique, tanto famoso
e tão valente,
seus grandes feitos e claros
não cumpre que eu os gabe,
que os miraram,
nem os quero fazer caros,
pois que o mundo todo sabe
qual passaram.
XXVI
Amigo de seus amigos,
que senhor para criados
e parentes!
Que inimigo de inimigos!
E que mestre de esforçados
e valentes!
Que siso para prudentes!
Que graça pra donosos!
Que razão!
Brando pra dependentes!
Para os bravos e danosos,
um leão!
XXVII
Em ventura Otaviano;
Júlio César em vencer
e batalhar;
em sua virtude, Africano;
Aníbal em seu saber
e trabalhar;
em sua bondade, um Trajano;
Tito em liberalidade
com alegria;
em seu braço, Aureliano;
Marco Atílio na verdade
que prometia.
XXVIII
Antonio Pio em clemência;
Marco Aurélio na igualdade
do semblante;
Adriano na eloquência;
Teodósio em humanidade
e bom talante.
Aurélio Alexandre é
na disciplina e rigor
de sua guerra;
um Constantino na fé,
Camilo no grande amor
de sua terra.
XXIX
Não deixou grandes tesouros,
nem logrou muitas riquezas
nem baixelas,
mas teve guerra com os mouros,
ganhando suas fortalezas
e vilelas;
e nas lides que triunfou
quantos mouros e cavalos
se perderam;
e neste ofício ganhou
as rendas e os vassalos
que lhe deram.
XXX
Pois por sua honra e estado,
em outros tempos passados,
como achou-se?
Ficando desamparado,
com irmãos e os criados
sustentou-se.
Depois que atos famosos
praticou na dita guerra
que fazia,
fez contratos tão honrosos
que lhe deram mui mais terra
que possuía.
XXXI
Estas suas velhas histórias
que com o braço pintou
na juventude,
com outras novas vitórias
agora as renovou
na senectude.
Por sua grade habilidade,
por méritos e anciania
bem gastada,
alcançou a dignidade
da alta e grã Cavalaria
da Espada.
XXXII
E suas vilas e suas terras
por tiranos ocupadas
as achou,
mas por cercos e por guerras
e por força de espadas
as cobrou.
Pois nosso Rei natural,
se dessas obras que obrou
foi servido,
diga-o o de Portugal
que em Castela quem tomou
seu partido.
XXXIII
Depois de posta a vida
tantas vezes por sua lei
no tab´leiro;
depois de tão bem servida
a coroa de seu rei
verdadeiro;
depois de tanta façanha
que exatamente contar
não comporta,
em a sua vila de Ocaña
veio a morte chamar
a sua porta.
XXXIV
Dizendo: "Bom cavaleiro,
deixai o mundo enganoso
com seu afago;
vosso coração inteiro
mostre seu esforço famoso
em este trago.
"E pois de vida e saúde
fizestes tão pouca conta
pela fama,
esforce-se a virtude
para sofrer esta afronta
que vos chama".
XXXV
Não se vos faça amarga
a batalha temerosa
que esperais,
pois outra vida mais larga,
de fama tão gloriosa,
aqui deixais;
"se bem tal vida de honor
também não seja eternal
nem verdadeira;
mas, contudo, é bem melhor
que a outra temporal
e passageira.
XXXVI
O viver que é perdurável
não se ganha com estados
mundanais,
nem com vida deleitável
onde moram os pecados
infernais;
"mas os bons religiosos
ganham-no com orações
e flagícios;
os cavaleiros famosos
contra mouros em aflições
e suplícios.
XXVII
E pois vós, claro varão,
tanto sangue derramastes
de pagãos,
esperai o galardão
que neste mundo ganhastes
pelas mãos;
"e com esta confiança
e com a fé tão inteira
que haveis,
parti com boa esperança,
que estoutra vida terceira
ganhareis".
(Responde o Mestre:)
XXXVIII
"Não gastemos tempo já
em esta vida indina
por tal via,
que minha vontade está
pra tudo com a divina
em harmonia.
"E consinto em meu morrer
com a vontade bem forte,
clara e pura,
que querer homem viver
quando Deus quer dar-lhe morte
é loucura".
(Do Mestre a Jesus)
XXXIX
Tu que, por nossa maldade,
mau nome e forma servil
com amor tomaste;
Tu, que com tua divindade
o corpo humano tão vil
também juntaste;
"Tu, que tão grandes tormentos
sofreste sem resistência
em tua pessoa,
não por meus merecimentos,
mas só por tua clemência
me perdoa".
Cabo
XL
Assim, com tal entender,
todos sentidos humanos
conservados,
cercado de sua mulher
e de seus filhos, seus manos
e criados,
deu a alma a quem lha deu
(O qual no céu a porá,
em sua glória),
e embora consolo deixará
sua memória.
(Poesia doutrinal: coplas; 1984)
(Ilustração: William-Adolphe Bouguereau -1825-1905 - El despertar de la tristeza)